viernes, 22 de mayo de 2015

Alma de libélula

Estaba apoyada ahí viste, en el lugarcito de siempre.
¿El atrapasueños?
Si ese, estaba ahí y puedo jurar que me miraba, me llamaba y estaba esperando que como siempre la fuera a buscar. Pero me perdí. Observándola se me pasaron varios suspiros y de repente cuando recordé que tenía que pestañear, cometí el error de hacerlo. Se fue de nuevo. 
Verla me recuerda como comencé a ser una loca descalza, cuando las buscaba entre las piedras en el río, cuando me quedaba en un rincón inmóvil esperando que se posen en mi brazo, mi cabeza, en mi mano. El día que la vi violeta vibrante, me olvide de los demás colores. 
No era día contado si no veía una, si no podía seguir su vuelo por un par de metros antes de que se asuste al ver la maraña de rulos que la seguía. 
Por ser insectos siempre fueron muy incomprendidas. A mi parecer son almas que dan vida. 
Vida al espacio, a mi. Quien hubiera dicho que en una libélula se puede encontrar el sentido de algunas historias. 
Aletean con tanto fervor, me recuerdan que la verdadera fuerza de cada uno viene de lo más interno, capaz de exteriorizarlo creyendo en que podemos salir al vuelo. Puedo sentirme desde la más pequeña criatura que está caminando sobre esta tierra, como a la más increíble taurina que esta tocando el sol. 
Me enrosco tratando de entender cada una de las razones por las cuales creo que en otra vida pude vivir esa efervescencia.
A mi me gusta creer que mi alma es de libélula. 

sábado, 16 de mayo de 2015

De viaje

Armó la valija, ya está lista esperándola en la puerta.
Comenzó por poner todas las cosas que alguna vez hicieron que su mirada se llene de brillo, siguió por las que causaron que ponga cara de estúpida y las que le hicieron cosquillas desde los pies hasta el último mechón. Encontró un mapa, bastante confuso, pero con mucho verde. Eso quería ella, verde del que caminas descalza y se te impregna en las plantas de los pies, del que cuando te acostás te llena el cabello de marañas y espinitas. Sentarse con el sol dejando que encandile su alma y soplar cada uno de los dientes de león que encuentre. 
Cerró el mapa y lo tatuó en su destino. 
Tocaron la puerta del placard para interrumpirla, las millones de historias que pensó que alguna vez iba a olvidar estaban frente a ella, mirándola con el indudable descaro de querer entrar en el bolsillo izquierdo de su valija. Pensó que las espantaría al abrir la ventana, pero al hacerlo se encontró con todas las ideas que nunca había dejado que la sigan, todas estaban firmes detrás de la cortina.
Por primera vez las dejó ser ellas, jugar entre sus rulos, permitió que la acaricien y le quiten los miedos. El viento comenzó a soplar tan fuerte que se escuchaba que la melodía estaba cargada de historias, su vestido se levantó dejando al descubierto algo que ella había olvidado que poseía. Alas. 
Las miró, las toco, las sintió y decidió que la valija no era lo mejor. 
Simplemente agarró una mochila y un papel garabateado. Lo leyó, lo guardo en su escote y se fue de viaje con lo mejor que pudo haber encontrado.
Ella misma. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

El error

Frustración, dolor de panza, la vida entera pasando frente a tus ojos en ese momento en que pisaste a contramano. Miedo, terrible miedo. Si, te diste cuenta que cometiste un error.
Y ahí comienza la interminable lista de reproches hacia uno mismo, a las decisiones que tomó, a las que dejó de tomar y a las que estaban a un 50 por ciento de ser tomadas.
Encontramos las razones más recónditas, comenzamos a creer en las casualidades, causalidades, en todo los astros que mueven el mundo para tratar de justificar ese error.
La locura termina con un: no lo voy a volver a hacer.
No voy a volver a equivocarme, no voy a confiar, no voy a arriesgarme, no voy a intentar aprender de nuevo. Esto no es lo mío, esto tampoco, esto menos.
Mentimos. Nos mentimos a nosotros mismos.
Agarramos una hoja en blanco con la esperanza de decir: Ok, comienzo de nuevo... A la cuenta de 1,2, 3. Y así, arrancamos despacito, muy despacito, porque cada día antes de levantarnos lo primero es.. ¿Y si me pasa de nuevo? Comenzás frenando. A tal punto que ese despacito, se convierte en lento, en pausa, en silencio y hasta a veces en reversa.
Sin embargo creemos que estamos protegidos, que al no actuar, no pensar, no decir, estamos salvados dentro de la coraza que nadie puede dañar, sin darnos cuenta, que dentro de esa coraza nos encontramos con aquello que nos puede hacer tan fuertes como tan vulnerables, nosotros mismos.
Entonces es ahí donde ya te atacaste por todos lados, donde tu único refugio se desmorona cuando te das cuenta que el verdadero error no esta en pisar un poco torcido, en tropezarse o reventarse la cabeza contra una pared.
El vedadero error es tener miedo de cometer errores.