domingo, 31 de enero de 2016

Yo, perdón, ella.

Recién comienza la noche, se sienta con su taza de té raro para compartirlo con el silencio. Un silencio imperceptible, porque en realidad, en su cabeza se cuentan muchas historias al mismo tiempo. Ella sólo ríe, dejando que una de esas tantas, se marque en el teclado y se vuelva tangible cuando alguien la lea y comience a imaginar. 
Imaginar. 
Que fantástica la rutina del que imagina ¿No? Sin límites, sin puntos finales obligatorios. Y que difícil sacarse la costumbre de hacerlo cuando ya le agarras el gustito. 
Lo piensa, entre tantas locas ideas y se vuelve a sonreír. Ella sabe que prefiere ser de los que apoyan los pies en al tierra para bailar, y no para quedarse estancados. ¿Se puede imaginar siendo realista?
Si. ¿Si? 
Yo, perdón, ella, quiere creer que si. 

 

martes, 5 de enero de 2016

Un poquito de eso

Encontramos una sensación que nos cobija y nos aferramos a ella.
Si, una sensación. Porque sin importar lo que realmente sea, nosotros la dotamos del significado que se nos plazca, o mejor dicho, que nos haga doler menos la panza.
Nos aferramos, no solamente con las manos. Si no, con el corazón, la mirada, los proyectos.
De repente todo comienza a girar al rededor de ese sentimiento de incomparable seguridad, que nos hace querer vivir descalzos, total no hay nada que nos pueda pinchar.

Encontramos una sensación que nos hace sentir incomprendidos por otros. Y de repente creemos comprendernos a nosotros mismos.
Nos sentamos y cerramos los ojos, nada ni nadie nos puede hacer mal en ese momento.
Y cuando caemos en la cuenta de qué fue lo que nos causó esa sensación, tenemos miedo de perderlo. Y así es como todo, se vuelve eso, y eso se vuele todo.
No hay nada más antes o después. No hay espacio ni tiempo para poder pensar en otra cosa, por miedo a que que eso se nos vaya de las manos, en un suspiro, en un abrir, con la brisa más suave o la tempestad más fuerte.

Encontramos una sensación que nos mantiene brillantes, que de repente y porque como todo tiene un ciclo en la vida, desvanece. Y como esa sensación parecía haberse convertido en nuestra realidad absoluta. Nos sentimos en la bruma, en la nada, la nada misma.
Porque en ese momento no tenemos fondo, no hay un piso que nos mantenga firmes. No hay nada, solamente un vacío.

Encontramos una sensación que nos confunde, nos llena de extensas ilusiones, y nos alimenta la utopía que en su momento nos hizo llegar cada vez mas lejos. Porque somos almas en vuelo, que todo lo que buscamos es sentirnos libres. Entonces sin importar lo mucho que nos cueste aprender a volar, perseguimos esa sensación, la misma que nos cobija al principio, y luego nos mirará desde arriba mientras caemos en picada.

Y después, de muchos capítulos en esa vacía situación, nos levantamos, y vemos que allá a lo lejos, otra bandada de aromas dulces y seguridad abrumadora se nos acerca.
Encontramos una nueva sensación que nos cobija, pero esta vez, no dejamos que ese eso se vuelva todo. Sino que nuestro todo de ahora en más, tendrá un poquito de eso.