miércoles, 17 de abril de 2013

Borrar.

Escribir y borrar, creer en algo y de repente pensar en otra cosa, sentir y olvidar. Con un solo tic del reloj o la primera brisa de otoño. 
Escribir y borrar, como por arte de magia se ve un cambio, que no notas, corre el escalofrío como si fuera invierno, como si tuvieras cuarenta grados de fiebre, y no. Es solo el pánico. La inseguridad. 
Te das cuenta que estas lejos de eso que tanto conocías, de esas páginas que venías redactando desde que comenzaste con el "Había una vez" y esperabas ansioso por firmar con un "Y comieron perdices".
Escribir y borrar, cada centímetro de seguridad que corría por tus venas, la sensatez y el sentido común que dejaste del otro lado de la vereda se fueron, corrieron tan lejos como fue posible.  Y vos, observando como con el tac del reloj y el próximo relámpago del invierno todo desvanece. 
Escribir y borrar, escribir, leer, releer y borrar. Y darte cuenta que todo lo que pensabas ya es pasado, lo escrito ya se esfuma en el tiempo, pero no el espacio, dejando en una tecla la posibilidad de acabar con su existencia.

Borrar. Que fuerte.

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