lunes, 5 de agosto de 2013

A los ojos que no se ven en el espejo.

Mirarse en los ojos de alguien. Suena medio cursi, pero no es para tanto.

Hay formas de creer y formas de pensar, de ver y de sentir. Pero sobre todo de vivir.
Existen opiniones, suspiros, palabras, tediosos silencios, amores, amigos, ideas, cosas, miradas.
Hay espacios, limitados y grandes, hay tiempo y ganas de detenerlo.
Hay sonrisas, gestos, manos y ojos. Y donde comienza todo, termina la magia, los ojos.

Mirarse en los ojos de alguien y tratar de entender que piensa, que dice, que necesita decir y no puede.
Y te miro, y quiero poder explicarte que no tengo poderes, aunque me hagas sentir que los tengo.

Mirarse en los ojos de alguien para poder comprenderme, sin saber que se toma la decisión correcta. ¿Cómo me guío? ¿Cómo se toma una decisión cuando hay dos caminos que se cruzan?
Si nadie dijo que llegar a la luna fue fácil, es lógico que llegar a tu alma no va a ser un juego de niños. Pero creo que encontré la puerta. Encontré tus ojos.
Y digo encontré porque no son esos redonditos que ves en el espejo. Son esos que brillan con el canto de una guitarra y se duermen en un beso. Los que sonríen cuando llorás y los que viven cuando soñás. Esos que parecen ser serios y tratan de serlo, pero a mi no me mienten, esos ojos son de un inocente principito que camina en un desierto lleno de dudas y con ganas de saber todo, absolutamente TODO.

Mirarse en los ojos de alguien y creer que se pierden en la profundidad de las dudas. Sabías que los ojos confunden cuando estás confundido? Y se pierden en la nada cuando te sentís perdido?
Yo tengo un consejo para no perderse. Tengo un secreto que te voy a contar...
Mirate en los ojos de alguien más y tal vez entiendas porque esos ojos también miran.


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