Del otro lado de la plaza, el caballero de la armadura oxidada, mirandola, esperando que ese corazon se rompa para secar las lagrimas de aquellos zafiros azules.
Se ven a los niños correr por el pasto, espantando a mis compañeras, siendo felices asustandonos, y viendonos volar, si se vieran.. No volamos porque nos asustan, sino porque la sonrisa de sus rostros al elevarnos en el aire es inigualable.
Llega el Dartañan y luego de una charla la morocha rompe en llanto, el se va, ella se levanta, camina hacia la plaza y se tira sobre un banco.
Se acerca el caballero, le sonrie, le toma la mano. Charlan, caminan y rien, era el final esperado.