lunes, 1 de octubre de 2012

Robar la pluma de algún poeta.

La noche se puso clara cuando el día se oscureció.
Sentimos las miradas expectantes en la nuca, esperando por aquel momento de debilidad que marcaría nuestros orgullos para toda la vida.
Y al caer las estrellas al horizonte, sin dejarme ver su recorrido, el reloj marcó el inicio de la historia que algún día iban a desear recordar.
Suena sin sentido, suena incongruente, como un corazón que habla sin dejar que la mente se interponga en su camino. Dejando que la razón que prisionera se sentía, corra libre por la vida, sienta, ríe y baile.
Ilusa la mañana de aquel palpitar dormido al escuchar un ruido que lo hizo suspirar, detenerse por un instante y olvidar aquel ritmo agotador y rutinario, que no dejaba que siga sus instintos.
Suena meloso, intenso e insulso, como los sueños a los que hoy decidí volverme a aferrar. Con los ojos abiertos, con las manos cerradas para que no se escapen, con el alma puesta y la mochila lista.
Suena cursi, normal y recurrente, escribir con palabras tan conocidas, robando la pluma de algún poeta que algún atardecer olvido en el parque.
Pero como alimentan las sonrisas, esas frases coloridas que con algún pequeño abrazo, y en algunos tantos días llenaron los cajones de recuerdos, de ganas y esperanzas.
Me divierte hasta las chapas escribir estas cosas de vez cuando, dejar que los dedos se amen con el teclado y decidan expresar lo que más anhelan.
Que sinceridad la de los párrafos que acompañan al texto, compañeros, amigos, confidentes. Ocultando los errores ajenos.
Que dulce la cursilería, cuando quién la escribe solo espera vivirla.



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