jueves, 15 de marzo de 2012

A la cima.

Ella se sentaba a leer a las estrellas, las miraba, las llamaba por su nombre... A cada una de ellas, las diferenciaba, y aunque con los meses, años y estaciones cambiaran de posición, ella sabía como encontrarlas.
Estén lejos o cerca, ella las hacia brillar mas que nunca.
Una noche de luna llena, cuando era muy difícil disiparlas a la distancia, ella decidió llevarme a conocer su secreto.
Bajo un árbol, cerramos los ojos, y tomadas de la mano soltamos un suspiro al viento. Sentí algo que no se igualó jamás.
Volví a abrir los ojos, llegué tan alto que me daba miedo mirar hacia abajo.
Y ahí estaban todos, no nos veían. Pero yo a ellos sí.
No teníamos alas, no. No era un sueño, no.
Llegué lo más alto que pude. No quería que esa experiencia termine.
Y aquellas estrellas que parecían tan inalcanzables, terminaron siendo pequeños puntos que siempre imagine como grandes, gigantes titanes, peleando por el valor, la fuerza y la idea de alumbrar con más vigor.
Tome una en mis manos, y de repente se desvaneció dentro de ella.
Sentí brillar algo dentro de mí. Sentí esa estrella en mí.
Ella siempre me acompañaría...
¿Habrá sido esa la razón por la cual debía llegar hasta allí esa noche?
Nunca entendí bien su mensaje, pero ella nunca más volvió a llevarme bajo ese árbol.
Aunque debo admitir que cada vez que siento que mi estrella brilla, me siento allí. Que con solo cerrar los ojos puedo volver a subir tan alto como aquella vez, puedo conocer lo que tanto anhelé y ver el mundo de otra forma.
Aunque no haya sido el mensaje que tal vez algún día ella me quiso dar, comprendí que si uno sueña, llega a la cima y de ella nunca se baja, es más sigue y sigue subiendo.
¿Llegaré?

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