jueves, 5 de julio de 2012

¿Viviendo?


El tiempo pasa y no se espera más que eso.
Viendo el sol se piensa y viendo los atardecer se sueña... Pero, ¿Cuándo se vive?
Pendientes de lo que podría pasar, nos olvidamos de sentir lo que pasa, el presente, el ahora.
Pendientes de lo que podría ser, nos bloqueamos en comprender lo que somos, y lo bien que nos sale.
Si tenemos que plantarnos a defender algo, seguramente será nuestro futuro... siempre diciendo "me va a llevar a buen puerto", "cuando lo termine va a quedar increíble", "mañana cuando me levante lo pienso y te comento"... y muchos  planteos que si se analizan siempre hablan de un después, que, vaya a saber uno si es como lo esperamos... Vaya a saber si llega ¿No?
Nos olvidamos que no solo nos llena el final, sino que todos los enredos y líos que hay en el medio, son los que nos hacen evaluarnos y crecer, continuar más fuertes, mejorar.
Si cerramos los ojos por un instante y pensamos en ese hecho que nos marcó, eso que hicimos que cambió todo... Lo primero que viene a la cabeza es el final, y no te da la misma satisfacción que te daría si recordaras todo lo que tuviste que pasar para que esa sonrisa exista hoy. Pensar en una sola parte es olvidarnos de todo lo que luchamos, es quitarnos crédito por lo que logramos y lo que somos.
No hay nada más lindo que sentirse dueños de los objetivos y saber que si uno llega es por merito propio, porque se transpiró la camiseta y se hicieron valer todas las cartas sobre la mesa.
Cada vez que saltamos un obstáculo, solemos olvidarlo al llegar a la meta final, y nadie dice que lo estemos gritando por todos lados y repartiendo folletitos de cada una de las cosas que tuvimos que atravesar, pero no está mal de vez en cuando alimentar eso que algunos llaman "orgullo", eso que en cantidades correctas nos mejora el autoestima, porque nos dejan ver nuestras virtudes, nuestros progresos. Es algo interno, propio y personal. Algo que nos hace más fuertes y nos demuestra día a día que somos un poquito mejores de lo que creemos. No está mal quererse, no está mal valorarse. (En cantidades lógicas, claro.)
No está de más que nos guste nuestra forma de ser, aún así sabiendo que tenemos defectos pero luchando por dejarlos de lado y sabiendo que si uno llegó a donde está hoy, es porque escaló montañas, saltó barreras, se cayó miles pero miles de veces, pero nunca se rindió.

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