viernes, 22 de mayo de 2015

Alma de libélula

Estaba apoyada ahí viste, en el lugarcito de siempre.
¿El atrapasueños?
Si ese, estaba ahí y puedo jurar que me miraba, me llamaba y estaba esperando que como siempre la fuera a buscar. Pero me perdí. Observándola se me pasaron varios suspiros y de repente cuando recordé que tenía que pestañear, cometí el error de hacerlo. Se fue de nuevo. 
Verla me recuerda como comencé a ser una loca descalza, cuando las buscaba entre las piedras en el río, cuando me quedaba en un rincón inmóvil esperando que se posen en mi brazo, mi cabeza, en mi mano. El día que la vi violeta vibrante, me olvide de los demás colores. 
No era día contado si no veía una, si no podía seguir su vuelo por un par de metros antes de que se asuste al ver la maraña de rulos que la seguía. 
Por ser insectos siempre fueron muy incomprendidas. A mi parecer son almas que dan vida. 
Vida al espacio, a mi. Quien hubiera dicho que en una libélula se puede encontrar el sentido de algunas historias. 
Aletean con tanto fervor, me recuerdan que la verdadera fuerza de cada uno viene de lo más interno, capaz de exteriorizarlo creyendo en que podemos salir al vuelo. Puedo sentirme desde la más pequeña criatura que está caminando sobre esta tierra, como a la más increíble taurina que esta tocando el sol. 
Me enrosco tratando de entender cada una de las razones por las cuales creo que en otra vida pude vivir esa efervescencia.
A mi me gusta creer que mi alma es de libélula. 

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